La conformación de un perfil identitario de Formación Docente: autonomía, cogobierno, historia y generación de narrativas
REFLEXIONES Y OPINIONES


Introducción
Tengo la convicción de que la Universidad de la República (Udelar) –y en consecuencia los profesionales vinculados a ella– tiene una notoriedad y una legitimidad a nivel social que no tiene Formación Docente y que se expresa de distintas formas.
Un primer ejemplo. Cuando terminé secundaria, si bien me gustaba la idea de enseñar matemática, ingresé a la facultad de Ingeniería porque en mi radar no aparecía el Instituto de Profesores «Artigas» (IPA). Solo después de estar cursando un par de años en la facultad descubrí la existencia del IPA que marcaría el rumbo adecuado que debía seguir. No tengo claro en qué medida, en la actualidad, Formación Docente tiene la suficiente visibilidad para ser considerada, por los estudiantes que egresan de secundaria, como una opción para continuar sus estudios. Lo que sí puedo afirmar es que en el IPA tengo alumnos que vienen de distintas facultades (Ingeniería, Economía, Ciencias, Psicología, Medicina...). ¿Por qué estos estudiantes no ingresaron directamente a Formación Docente? ¿Será que tienen intereses variados y el profesorado no es su primera opción? ¿Será que Formación Docente no tiene suficiente visibilidad? ¿Será que a nivel social ser universitario tiene mayor prestigio?
Un segundo ejemplo. En ocasiones, cuando se desea una palabra calificada respecto a algún tema particular, los medios de comunicación consultan a universitarios de la Udelar (o, a veces, de una universidad privada). En ocasiones resulta justificado y a veces no. Parece razonable entrevistar al astrónomo uruguayo Gonzalo Tancredi, profesor titular y director del Departamento de Astronomía de la Facultad de Ciencias de la Udelar, para hablar de un asteroide que podría colisionar con la Tierra en 2032. Sin embargo, creo que en ocasiones prevalece, más que la idoneidad para hablar de un cierto tema, el reconocimiento social que brinda ser universitario. Parecería que se incurre en la falacia de autoridad que consiste en dar por legítima una afirmación solo por quien la enuncia, aunque no sea un experto en el tema. Recuerdo que hace unos años un programa de televisión había invitado a un par de matemáticos a hablar sobre historia de la matemática (época en la que en formación docente estaba vigente el plan 2008 que incluía, en cuarto año, la asignatura Historia de la Matemática). Por supuesto, el resultado fue el razonablemente previsible. ¿Por qué el asistente de producción de un programa televisivo consideró que una persona que se dedica a investigar en matemática necesariamente sabe sobre historia de la matemática? Si la respuesta es: «simple ignorancia», una nueva pregunta me asalta, ¿por qué su ignorancia no apuntó a un profesor de Matemática? Me parece que la respuesta podría ser: socialmente se acepta que el título universitario garantiza que quien lo porta puede hablar con propiedad incluso de temas que no están directamente conectados con su quehacer.
Un último ejemplo. El año pasado (2024) se presentó el libro Emergencia Cultural y Transformación Educativa. El libro surge a partir de una serie de conversatorios convocados por el Consejero del Codicen de la ANEP (electo por los docentes) y su equipo de trabajo. El capítulo sobre «enseñanza de la matemática» está escrito por un matemático. Este es el ejemplo que me resulta más triste: tristeza porque se invita a escribir sobre enseñanza de la matemática a una persona que no es especialista en el tema, tristeza porque la iniciativa surge a instancias de un Consejero del Codicen electo por los docentes, tristeza porque algunos actores de la educación parecerían necesitar validación universitaria. Quiero hacer una aclaración por si agarro a alguien desprevenido: no hay territorios en disputa: la investigación en Matemática es territorio de los matemáticos y la enseñanza de la Matemática es territorio de los profesores. Y una última aclaración (que me gustaría no tener que hacer): profesor de Matemática no es cualquiera que da clases de Matemática sino quien posee el título.
El peso de la historia y de la estructura: autonomía y cogobierno
La Udelar cuenta con un siglo más de historia que la formación de profesores (la Udelar se fundó en 1849 y el Instituto de Profesores se creó por ley en 1949). Pero, además, la Udelar tiene una particularidad estructural que la define, y que el Consejo de Formación en Educación (CFE) no posee, y es su autonomía y cogobierno. Si bien en sus orígenes la situación era otra, a partir de 1958, la Ley Orgánica de la Universidad de la República estableció la autonomía y el cogobierno como sus rasgos estructurales esenciales. La autonomía le permite a la Udelar elaborar y administrar su presupuesto (aunque deba ser aprobado por el Estado) y a organizarse con independencia del poder político; y el cogobierno hace posible la inclusión de diversas perspectivas en la gestión institucional. Estas características le exigen participar de ciertos debates políticos (entendiendo a la política como la negociación de las diferencias con el propósito de lograr una resolución pacífica de los conflictos), dado que debe rendir cuentas de la administración de fondos del Estado y, eventualmente, justificar a la interna y a nivel social ciertas decisiones que se toman. La participación en debates políticos le otorga a la institución, y a los profesionales vinculados directamente con ella, notoriedad a nivel social: los profesionales egresados de la Udelar no tienen reconocimiento a nivel social solamente por ser buenos profesionales, sino porque tienen por detrás una institución que los respalda y los impulsa. En cambio, Formación Docente no solo cuenta con una historia bastante más breve sino que, además, su falta de autonomía y cogobierno le restan visibilidad a nivel social.
La forma de gobierno de las instituciones influye, no solo en su reconocimiento a nivel social sino también en el autorreconocimiento de quiénes habitan en su seno. La autonomía y el cogobierno propician la participación en debates políticos y la actividad política tiene un papel central en la construcción de una identidad colectiva. Por lo tanto, la autonomía y el cogobierno contribuirían a la conformación de un perfil identitario de Formación Docente, necesario para el empoderamiento de los profesionales directamente vinculados.
La Udelar tuvo que esperar más de un siglo desde su fundación para conquistar la autonomía y el cogobierno; Formación Docente, desde la ley que crea el Instituto de Profesores, cuenta con tres cuartos de siglo de existencia, ¿cuánto más habrá que hacer para que se reconozca la importancia de Formación Docente y, en consecuencia, se transforme en una Universidad de la Educación autónoma y cogobernada?
Recreación de la historia de la formación docente
Desde el punto de vista de la conformación de un perfil identitario es importante conocer el devenir histórico de la formación docente, conocer sus transformaciones (en el contexto de distintas circunstancias sociales, políticas y culturales), conocer sus entresijos, sus derroteros y a los actores que formaron parte de esa historia. Estudiar, analizar, recrear la historia de la formación docente, estructurarla a través de un relato o, eventualmente, contraponiendo relatos, propicia el reconocernos como sujetos históricos, es decir, ayuda a comprender, no solo que nuestra identidad está moldeada por procesos históricos, sino también que somos activos constructores de la historia, lo que trae como consecuencia que nos reconozcamos como miembros de una comunidad que da continuidad a esa historia. Esto tiene un sentido trascendental en tanto tomamos consciencia de que formamos parte de algo más grande que nosotros mismos, algo que no empieza ni termina con nosotros, algo a lo cual nos incorporamos como parte de un proyecto colectivo que no está reducido a la época en que nos tocó vivir.
Generación de narrativas
Creo que es imprescindible generar espacios para que los profesores de Formación Docente tomemos la palabra, porque es necesario construir y articular narrativas que nos describan desentrañando y evidenciando una identidad latente pero no siempre ostensible. Lo que no podemos poner en palabras no puede ser discutido, ni confrontado, ni rebatido, ni aprobado, ni descartado: las narrativas generan un espacio simbólico sobre el cual podemos actuar para trascender las visiones individuales y generar posiciones colectivas. Es necesario entonces, para la conformación de un perfil identitario de Formación Docente, la construcción de narrativas y es necesario, luego, apropiarnos de ellas.
A modo de resumen
Anteriormente traté de describir algunos aspectos que según mi perspectiva contribuirían a la conformación de un perfil identitario de Formación Docente. Un primer aspecto que me parece central tiene relación con la estructura institucional: con autonomía y cogobierno Formación Docente ingresaría al debate político y la participación política tiene, como mencioné, un papel fundamental en la construcción de una identidad colectiva, lo cual redundaría en un empoderamiento y en una mayor notoriedad de los profesionales directamente vinculados a Formación Docente.
Un segundo aspecto en la conformación de un perfil identitario es el estudio del devenir histórico de la formación docente. El conocimiento de la historia nos sitúa como sujetos históricos, herederos de una historia y, al mismo tiempo, participantes activos en la construcción del futuro de Formación Docente. El conocimiento histórico contribuye a develar una identidad subyacente pero también tiene consecuencias trascendentales en tanto nos ubica como parte de un todo que va más allá de nosotros mismos y de nuestro tiempo.
Un último aspecto que contribuiría a la conformación de un perfil identitario es la generación de narrativas en torno a nuestra identidad, porque las narrativas construyen un espacio simbólico flexible al cual podemos creer pertenecer o sobre el cual podemos actuar para sentirnos parte de él.